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lunes, 29 de octubre de 2007

Capítulo 6

(aclaración: los puntos suspensivos después de los nombres significan "todavía no se cómo apellidarlos")


Cuando sonó el despertador a la madrugada siguiente yo ya estaba despierta de antes, de hecho no había dormido en toda la noche a causa de los nervios. Me levanté rápidamente de la cama y decidí con mucho cuidado que iba a ponerme antes de irme a bañar. Terminé eligiendo un jean ajustado negro y una camiseta rayada en rojo y negro, luego de bañarme y secarme el pelo me puse una vincha roja en la cabeza y unos zapatos negros con poco taco.

Bajé a la cocina y vi que mamá tenía el desayuno preparado en la mesa y papá ya estaba sentado tomando su café y leyendo el diario. Ambos parecían mucho más despabilados de lo que yo estaba a la 6:30 de la mañana comúnmente, y a esto se le sumaba que yo no había dormido nada.

“Samy, apurate a desayunar que tenemos que estar antes de las 7 y media en la radio.” Me dijo papá ni bien me senté, parecía una bolsa de nervios, miraba su reloj cada dos segundos y luego dirigía su mirada a la puerta de entrada.

“Sí, sí… ” Le contesté, yo también me estaba convirtiendo en una bolsa de nervios.

Terminé de desayunar lo más rápido que pude, que fue en menos de 15 minutos ya que mi estómago no se encontraba en condiciones de aceptar alimentos, a pesar de las insistencias de mi mamá, que decía que si no comía corría el riesgo de desmayarme de la emoción, aunque yo sabía que desayunando corría el riesgo de vomitar de emoción y sabía muy bien cual era peor.

Cuando me senté en el auto de papá me empecé a sentir muy mal, tenía la sensación de que iba a enfermarme pronto si no lograba calmarme. ¿Por qué estaba tan nerviosa? Ya lo había conocido el sábado y había resultado ser una persona agradable, provocativo y seductor hasta sin intentarlo, pero agradable en fin.

Al llegar a la radio, subimos rápidamente al estudio de donde transmitía papá su programa y yo me tuve que quedar en la cabina de sonido del otro lado de la ventana que conectaba las dos salas. Papá estaba sentado en la mesa del estudio repasando el temario del día junto a sus compañeros del programa, y de repente la puerta se abrió y entró un hombre de aproximadamente 30 años, rubio y de aspecto formal, probablemente sea porque llevaba traje; detrás de él entró Armand en toda su gloria, llevaba puesto un traje negro que lo hacía más alto y esbelto de lo que lo recordaba, su brazo derecho rodeaba la cintura de la misma chica de la fiesta del sábado.

Agradecí que papá apareciera inmediatamente para recibirlos porque me estaba sintiendo enferma de vuelta y por suerte no me habían visto.

“Perdonen nuestra tardanza” Dijo el hombre rubio, su español no estaba tan pulido como el de Armand pero se le podía entender perfectamente.

“No se preocupen,” dijo papá “nosotros también acabamos de llegar. Armand, un place verte nuevamente.”

“Igualmente.” Dijo el cantante de manera cordial con una gran sonrisa mientras le estrechaba la mano.

Papá hizo lo mismo con el hombre rubio.

“Ricardo………” Le dijo en ese momento, presentándose.

“Claude………” Contestó. “Soy su representante, lamentablemente no pude ir a la fiesta del sábado, tuve una reunión importante con los productores que duró una eternidad.” Dijo disculpándose.

“Eso imaginé… Ah, Sra. Mercer un gusto verla de nuevo.” Dijo papá con una sonrisa y estrechó la mano de la chica.

“Judith, por favor.” Contestó esta tímidamente.

Eso se sintió como un balde de agua fría. Estaba… casado… Mis nauseas desaparecieron y fueron reemplazadas por un vacío infinito en m mi estómago. Para calmar el malestar me desplomé en el sofá que tenía atrás mío, y debí haber hecho mucho ruido porque de repente todos se dieron vuelta para verme notando que yo había estado allí todo ese tiempo. Claude se volvió al instante para hablar con uno de los locutores del programa.

“Supongo que te acordarás de mi hija Samanta… “

“Por supuesto,” se acercó a darme la mano “¿cómo estás?”

“B- bien.” Contesté ignorando las nauseas.

“Judy, esta es Samanta, ¿recuerdas que te hable de ella?” Le dijo a su esposa, “Samanta, esta es mi esposa Judith.”

Ella me sonrió tímidamente y traté con todas mis fuerzas de corresponder el gesto pero solo logre esbozar una media sonrisa que muy bien podría haber significado “no me caes muy bien pero te sonrío por cortesía y porque tu asombrosamente hermoso marido espera que lo haga”.

“Ya estamos por empezar.” Aviso papá interrumpiendo, por suerte, el incómodo momento. Él y Armand entraron al estudio, yo me acomodé en el sillón y Claude y Judith tomaron asiento a mi izquierda.

El programa empezó, al principio papá y su compañero dieron las noticias del día, hablaron del tiempo y pasaron un tema musical de Armand antes de ir a una propaganda.




“Ahora sí, lo que mucho de ustedes del otro lado del parlante estaban esperando, la entrevista en exclusiva con ¡Armand Mercer!” Dijo papá con entusiasmo.

Los locutores y algún fotógrafo de algún diario aplaudieron.

“Armand, bienvenido a nuestro programa y bienvenido a Buenos Aires.” Comenzó otro de los locutores, que no había visto hasta ahora, era de más o menos treinta años de aspecto intelectual, demasiado para alguien que conducía un programa que escuchaban los adolescentes.

“Gracias, Mario, Ricardo. La verdad es que siempre me siento bienvenido en Argentina, por eso sigo volviendo, además la gente es espectacular.” En ese momento me dirigió una rápida mirada y sonrió para sus adentros con disimulo.

“Nos complace mucho escuchar eso,” dijo papá “porqué no nos contás sobre que te trae esta vez por el país.”

“Bueno, como ya todos deben saber, vine a filmar junto a Francisco Murdoch su nueva película. Realmente no puedo adelantar mucho, sólo que será musical, obviamente.” Se acomodó en su asiento y tomó un poco del café que tenía frente suyo.

“Espero que nos enteremos más de la película antes de que el suspenso nos mate.” Bromeó el hombre llamado Mario.

“Si todo resulta como está planeado en cuatro meses ya deberíamos estar terminando.”

“¿Y qué podés contarnos de tu carrera musical?” Preguntó papá.

“En este momento me encuentro componiendo bastante, pero voy a esperar a terminar con la película para entrar al estudio a grabar. Considero la filmación como un tiempo libre que venía posponiendo desde hace rato.”

Mientras tanto, Claude se encontraba al teléfono hablando con alguien en francés, y Judith Mercer hojeaba una revista de chismes a mi lado.

“Ugh” dijo de repente, “odio estas revistas, sólo saben decir mentiras.”

En ese momento me di cuenta de algo que antes no había notado, su castellano era perfecto porque era argentina. Noté que su comentario estaba dirigido a mí.

“Eh… si, yo también.” Realmente no sabía que responder, parecía una buena persona pero… ¡era la esposa de Armand Mercer! Y yo era una estúpida fanática más.

Levantó la revista y se la mostró a Armand, a quien le pareció graciosa la tapa. Cuando dejó la revista en la mesita cercana vi que el titular de la tapa era “¿Romance entre Mercer y Bassin?”

Ahora entendía la reacción de Judith ante la noticia, aunque no los conocía bien, no parecían un matrimonio en problemas; “lástima” dijo una vocecita al fondo de mi cabeza pero no le hice caso.

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